ZARABANDA DE LA MUERTE OSCURA

Por Armando Roa


Mis agradecimientos especiales al compositor norteamericano George Crumb, en cuya obra se inspiraron muchas de las páginas de este libro, por su gentil autorización para reproducir fragmentos de las partituras de Once ecos de otoño, La noche de las cuatro lunas, Los ángeles negros y Macrocosmos, volúmenes I y II.

Armando Roa Vial


EX NIHILO (RECREACIONES A PARTIR DE DAVID GASCOYNE)

Para Ezra Pound

In memoriam Canto LXXXI


“Todo poeta debe aventurarse por catacumbas infernales, igual que Orfeo,

para que Eurídice vuelva a la luz”.


Cfr. Friedrich Georg Junger


Pietá


¿Habrá remordimiento en ese golpe con el que mancillamos al inocente?

¿Habrá polvo que podamos exhumarle a la muerte?

¿Revolcaremos oraciones en el hollín de los templos?

¿Insistirán nuestras lágrimas en su caída como granos de arena en el reloj?


Religio poetate


Amado Dios innombrable

que pastas sobre el destino de los hombres.

¿Cómo puede sostenerse nuestra esperanza más allá de toda esperanza?

Amado Dios innombrable que despliegas tu corazón en el corazón de la congoja humana:

levántate y recógenos, aunque nada te turbe.

Que se haga tu palabra, aunque reneguemos de Ti. Despiértanos de nosostros mismos,

afiebradas pesadillas que orbitan las noches de tu mente insomne.


de: Zarabanda de la muerte oscura/Ejercicios de Filiación.


PAVANA LACHRIMAE


(incisos)


In memoriam Paul Celan Es war Erde in ihnen, und sie gruben.


i

AHOGA CADA IMAGEN.

Haz de la palabra tu propia soga.

Y cumple gozosamente la sentencia.

Déjate cubrir por esa sombra

que ya descorre su telón en el patíbulo. Eres el mejor de los verdugos.


v


Aquel espejo rebosante de rencor. Con mirada atenta te va apagando. Más allá de toda restricción.

Con todos esos gestos vaciándose de ti, agolpándote en la decrepitud,

despoblándote entre “suspiros breves y espaciados”: aguas servidas,

sufragio para nuevos naufragios. Para que vayas allí a remojarte,

a zambullirte con todas tus sombras,

con todos los afluentes de ese corazón tuyo aún blindado por el miedo.

¿Huésped? ¿Anfitrión? ¿Simiente? Carcoma?

Desde su “fondo sin fondo” irrumpes una y otra vez,

sin saber de adónde vienes o vas. Bajo el peso de tanta incertidumbre la vida se te escurre en apenas

un abrir y cerrar de ojos.

Ignoras quién es “ese otro que se tiende a morir” en la “penumbra hueca” de tu rostro.


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Zarabanda de la muerte oscura/Ejercicios de Filiación.


SARCOPHAGA CARNARIA

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Levántate y contempla

los abalorios que rodean tu cripta, Julius Sordello; deja que la muerte siga aflojando

las últimas hebras zurcidas a tu carroña.

¡Ay, cuánta tiniebla irrigando tus noches!

¡Qué pesares has tenido!

Ese mundo cautivo, el agobio de una muerte en vida que te enluta sin remisión.

Sí, soy testigo de todo esto, en la “hora más muda,

cuando las voces silenciosas de los muertos” van usurpando mis baldíos senderos.

¿Acaso crees que alguien bajará por ti? Eres sólo aposentaduría de gusanos que todo lo turban y espantan, embajadores del miedo,

arquitectos de la sombra, inoculadores de la ruina,

allí apilados tras el polvo de los muros, empapando cada gesto tuyo

con el sudor de esa nada tan próxima al parto.

No lo ignoras: te desperdiciaste en vida desahuciando sueños e ilusiones.

Allí esperaste brindar ese póstumo saludo, la triunfal bienvenida a tu derrota.

¿Quién habrá de avalarte, amigo Julius?

¿Yo mismo? ¿Contra cuál de todas tus heridas?

¿Qué frutos serán míos?

¿Apenas el cadáver de un amor encallado en el corazón de las tinieblas?

(El corazón, ese otro sudario, ese otro abismo).

Tu insolente soledad a nada te entrega.

Te hundes

en el sombrío límite

de ese cuerpo viciado por las crecidas de la muerte, ese rostro borrado de todos los rostros,

carne escoriada que solo se sabe perpetuándose en lo imperpetuable. Nada esperas ya del reino de este mundo, desangrado bajo la liturgia

de unas cuantas palabras cuyos fúnebres testimonios

no pudieron detener esas manos que cerraron tus ojos para siempre”.

¿Los abalorios? ¿El espejo?

¿El polvo revolviéndose en el mármol?

¿Aquel crucifijo atesorando llagas y clavos?

¿Aquello que alzas para hundirte?

Aquí todo parece haberse consumado irrevocablemente. “Las almas depuestas,

cobrando del amor un banal precio“.

¿Amar? Tu epitafio, Julius, tu epitafio:

«Amar es más espeso que olvidar y más tenue que recordar».

¿Un lugar donde se abandona la esperanza, según dicen?

Oh Julius: si al menos murieras enteramente esa muerte inapelable que no cesa de tronchar.

¿Escapar? ¿De ti? ¿De otro?

¿Quizá de la sorda congoja de esa sombra aún enamorada de tus huesos,

una sombra que no habrá de apartarse aunque la muerte prosiga multiplicando su horror en tu cuerpo?


Recuérdalo bien:

por más que adornes tu cadáver –muerte en perpetua floración– nadie pedirá por ti.


Ahora que la muerte, a ritmo de entierro,

zarabanda de la muerte oscura, consagra su primavera.


de: Zarabanda de la muerte oscura /Ejercicios de Filiación.


TENEBRIS IPNEUS


Esbozo de Réquiem para un Joven Poeta


***

“El SECO ESTAMPIDO DE UN DISPARO”

también puede ser una muestra de fervor, una dádiva consagrada a los dioses, dondequiera que sean.

Observemos religiosamente

el sagrado mandamiento del suicidio.

.

***

LA MUERTE

asomando como un rayo de luz por debajo de la puerta”.

Después de haberme ordeñado hasta las heces.

Ya enseñoreada.

Colocando de nuevo sus viejos candados


***

SIN TRAZAS NIESTELAS

Las ascuas de mi muerte se enfrían, ahora un mapa sin territorio.

Mi voz se arrodilla murmurante ante el “pantanoso corazón” de Dios


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de: Zarabanda de la muerte oscura /Ejercicios de Filiación.


TRENOS DE PHILLIPUS DE ARIMATEA CANON

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ii

Phillipus

de Arimatea

del otro lado de “las opacas vidrieras del mundo”, sin que nadie lo aguarde ni lo acoja,

con su voz desmantelada

ante ese cuerpo cuya carne vacilante se remansa en un cadáver, “rehusando el alboroto matinal de la luz”,

imaginando que en tiempos oscuros los dioses no huyen, que sólo se esconden en las cosas pequeñas


iii


Y PHILLIPUS RECORDÓ:


Al vino la sangre. Al pan el cadáver”.

Nada de sacramentos, padre; sólo desfloraciones. Desde la carne, apoteosis de tristeza,

mezquina mi sombra:

ven y apiádate de mí.

Mis palabras, polvo conturbado,

sacuden la voz repicando despedidas. Pero a nadie deploro.

Aunque mi pulso más sombrío se dilate sobre manos extrañas. Aunque el corazón sea destituido bajo la levedad del amor. “Seremos testigos, padre

de nuestra íntima pobreza”.

Entre la vida y la muerte

la escenografía habitual: vidas deshechas, peldaños al precipicio.


TARANTELA


ii

De Phillipus de Arimatea a una mujer imaginaria


"Te enseñaré el temor en un puñado de huesos". Apurando tu cadáver.

Mendigando el “follaje marchito de tus años sin objeto”. Bajo una estocada sorpresiva.

Hundiendo tu soledad

en la herida que se alarga cuando abres las piernas

con la retórica viciada del amor,

cuando del amor sólo queda un suspiro pudriéndose en la boca. Ya no apuestas a una prórroga.

Simplemente deseas largar.

Para que la sombra abreve de ti

en el “derrumbadero de todas las almas”.

Para que tu olvido recobre el aliento en la boca exhausta del tiempo.

Créeme que te entiendo.

Tu vida es una acometida tenaz, aunque siempre tronchada:

una orilla que en nada ni en nadie desemboca.


CODA

¿Para qué tentar el paraíso?, preguntó Phillipus


¿Para qué qué deponer el mandato de mi cadáver si ni siquiera mis huesos hunden raíces aquí?


¿Para qué convalecer entre tanta soledad?


¿Para qué otra muerte allí donde la vida no se deja caer?


«Donde no hay amor no pronuncies la palabra»


¿Qué sacas con bruñir

los pétalos que abren el nombre

de la “flor aun después de marchita?”


¿Para qué una piel a esa herida que nunca cicatriza?


“¿Para qué ensayas oraciones estériles,

o pensamientos que se alejan para nunca regresar?”


“Humilla tu vanidad, humíllala


de: Zarabanda de la muerte oscura/ /Ejercicios de Filiación.


ZARABANDA DE LA MUERTE OSCURA


i


Si te abrazan, desecha. Si te acogen, destierra. Si te aman, depone.

No te dejes anegar por el tumulto de pesares que recalan en las orillas inhóspitas de la noche,

allí donde apacientas el “torcido cauce de tus aguas”, afluentes de oscuridades y miedos.

Si te atan, desgarra.

Si te absuelven, disuelve. Si te eligen, disgrega.

No dejes que el amor fermente en ti su “rencor inagotable

de “fantasma embalsamado” que se agita en lo irremediable apurando el deterioro.

¿Para quién estos pesares?

¿Un simulacro de insidiosa soledad?

¿ La muerte con su estocada a quemarropa devorando para ser devorada?

¿ La desdicha de los hombres?

Los poetas advierten (sic maese Holan) al esculpir los elementos de la noche: "Vas abierto de par en par

y, sin embargo, eres de pronto abatido por la gigantesca realidad

de las cosas que fueron soñadas".

Porfía tu cadáver en el lecho mortuorio de esa vida que a nada llega.

Porfíalo y agótalo,

“testigo por el que nadie testimonia”, retoño del polvo.

Cuando ya no queden voces zurcidas a tu boca. Cuando ya no haya sílabas que lloren tu muerte, (así de áspero es el verso)

tu muerte sin nadie.

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de: Zarabanda de la muerte oscura/ /Ejercicios de Filiación